No las ves. Están ahí. Van brotando, como pequeñas hierbas. A veces se entrelazan otras se unen otras se encuentran y desencuentran. A veces incluso, manan raíces y sientan precedente. Uno se siente mala hierba, bicho raro, todos únicos y solitarios. Pero es de pronto, en ese encuentro, en esa unidad de semillas diferentes, es entonces cuando surge la magia. Y lo que fue hierbajo de pronto es árbol. Tal vez un olmo, uno de esos que son cabaña y cobijo y sombra. Uno de los que cuelgan columpios.
Y crece la esperanza en un invierno frío, emergen las ideas en una primavera de preguntas, se descongelan corazones al calor de una mirada cómplice. Y es que resulta que ya son muchas. Sólo hay que levantar la vista y abrirle la persiana al instante.


fotografía: Carlos Martínez


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