Nada.
No quiero hacer nada
que no sea sentir tu abrazo
y tu olor aflorado acariciando mi energía
y tu mirada marina observándome
como si fuera el único ser en la tierra
y todo
acabase de nacer en este instante.
Tu mirada
que hace brillar hasta la muerte
y nos vacila a todos con su fuerza arrolladora
capaz de movilizar media tierra
aunque en tu pequeño cuerpo
apenas ya se muevan las pestañas.
Y así has mirado la vida:
con tus ojos como pincel
y como lienzo, el mundo.
Y así
es como siempre has hecho
que todo lo que te rodea
parezca más bello
y todos queramos ser partícipes
de adornar de flores el invierno.
Y aún no me creo que ya no estés
si más que un vacío
ahora todo pesa
y huele y parpadea y nos habla.
Y ahora es cuando nos toca a nosotros
recoger las flores que regaste cada día
que por cierto, son preciosas.
Cómo se notan tus dotes
para sembrar colores.
Pero no te preocupes,
que cuidaremos de tu jardín
y seguirá creciendo
y aunque vengan nuevas flores,
siempre
quedarán tus lirios.