Nadie va
a quererte tanto. Nadie cuidará tan bien de tu dolor y lo dejará marchar cuando
le salgan alas. Nadie sabe qué necesitas con esa precisión de termómetro. Nadie
conoce los atajos que conducen a tu placer más exquisito. Nadie puede ser tan duro
y tan suave como el agua que se hiela o el hielo que se agua cuando eres tan
lava que hay que pararse, congelarse cuando estás tan frío que hay que fundir
la f, convertirse en río, derretirse en un abrazo. Nadie sabrá escucharte así.
Con la certeza de que el silencio no es algo a lo que enfrentarse, sino el
diálogo más sincero que existe. Nadie aceptará tus caídas así, sin secarte las
lágrimas. Dejando que caigan, que curen. Para después besarte en la frente y en
el pecho llena de orgullo. Nadie, nadie estará para siempre contigo. Nadie.
Nadie como tú.
fotografía: Ángel Hernández |