No. De verdad.
Este no es como los demás.
Es un punto diferente.
No es suspensivo, es final.
Punto y aparte si me apuras.
Pero punto. Punto de verdad.
Se acabaron los infartos amorosos.
Vacaciones a las esperas
y dependencia de unos labios.
Se dan de alta curiosas miradas
me emancipo de tu abrazo.
Adiós a los silencios nublados.
Yo me largo.
Me llevo las maletas cargadas de nada,
el equipaje está por llegar:
varios pares de aventuras
y desventuras
el sonido de mástiles combatiendo una brisa
y ¿por qué no?
Un amor en cada puerto.
Vale, sí.
También habrá recuerdos
y nostalgia
saudades de tu abrazo.
Pero
Ya
No
Esperaré.
Cuando por fin me creo
a salvo de tu ausencia
se aprovecha
me pilla desprevenida perdida
en algún rincón
y me atropella.
Se ríe de mí
como esta sopa china
que no acepta mi garganta
ya se encargan tus recuerdos
de impedir el paso
a cualquier ingrediente
que no se llame abrazo.
Y eso que los tuyos
fueron tan escasos
que ni si quiera recuerdo
si realmente fui feliz
o es que me cegó
la intermitencia de tu faro
que alumbraba mi camino
o lo cedía a la deriva.
Por igual, sin preferencias
o lo opuesto, no recuerdo.
Pero algo debió pasar
entre todos esos naufragios
algo terriblemente plácido
algo tan dulce tan salado
que mi piel no se olvida
de la paz que da tu abrazo.
Quizá no sea normal esto que siento
pero mi piel no entiende de normalidades
sólo de cambios en sus constantes
de temperatura
de la ausencia de tu saliva
y de las grietas en los labios.
Hasta que no
me ha golpeado en la cara el olor de tu abrazo
Hasta que no
me han gritado tu nombre los cuadros
Hasta que no
me han arañado las fotos y los recuerdos
Hasta que no
he abrazado el dolor de mi gente
Hasta que no
han colocado en mis ojos
lágrimas de otros ojos
Hasta que no
te he escuchado en palabras
que no hablan presente
Hasta
entonces,
no he sido
consciente
de
lo
que
pesa
tu
ausencia.
Hasta
entonces y hasta siempre,
Te quiero.
Mi peso aplastando el plástico frío. Una silla cualquiera.
Mis ojos palpando el plástico opaco. Una terraza en Atocha.
Más plástico envolviendo personas de plastilina que platican
sobre la vida o tal vez platón.
Que cargan con sus mochilas, burbujas de plomo, rótulos,
alguna etiqueta y un plastidecor.
Que piensan qué han olvidado qué necesitan, si es más dinero
algo de plata tal vez rebajas, comprar algo nuevo: una culpa o una obligación;
queremos la última moda.
No. Ciudadanos plastificados,
lo único que llama a la puerta
es el niño que hemos dejado
sus manos llenas de chocolate
la hora del patio en su hombro
y en sus ojos
un mundo sin especias ni edulcorante
un mundo que es y que existe. Desnudo
tentador del plástico que nos protege
de alegrías y penas
de la sal en la piel
y las manos llenas
de chocolate.