A veces
es bonito parar.
Como si el tiempo no importara.
Como si el mundo hubiera escrito un paréntesis
para tus sentidos.
Bajar por un instante
de este falso tren de responsabilidades y culpas.
Poner el freno de mano a los problemas.
Escuchar
este concierto de lluvia
y pájaros desconcertados.
El sonido de motores y una manifestación que no comprendes,
o no quieres comprender.
Aplausos. Gente sumida en un acordado entusiasmo
y tú todavía al margen.
Entendiendo que existes.
O mejor,
entendiendo que no entiendes nada
si es que había algo que entender.
Que ser consciente de lo prescindible que eres duele,
te invade de soledad
y al mismo tiempo alivia.
Como un caldo con pelotas en los días de resaca.
La lluvia
ha usurpado el protagonismo de la semana,
teniéndonos a expensas
de su percusión impredecible.
Cayendo con sus gotas en las gargantas
invadiéndonos de gripe
y de nervios desorientados.
Trayendo gente a cuentagotas
y en diluvios universales,
para no perderse la riada
de este barco que se marcha.
Y nosotros, agradecidos
con las sonrisas congeladas
aguantando nuestras piernas
y nuestras almas.
Porque al final merece la fiebre,
cuando los ojos se llenan de aplausos,
y de mareas, los pulmones.
A veces, las tormentas
vienen de una bofetada
llegan insolentes
sin avisar
y se enredan en nuestros
estómagos
como una lantana llena de
espinas.
Otras, cuando el sol se asoma
entre el mar y los ensayos
la lantana se olvida de las espinas
y nos acaricia
suave
brotando
buscando la luz
uniendo nuestras hojas
en un mismo tallo.
La hoya hierve
este caldo de cultura.
Añadimos música, vestuario y 100g de poesía.
Aún faltan muchos ingredientes
escenas por montar y el ambiente
en la punta de un tirachinas.
Pero la esencia ya huele a chocolate
y en Donostia
cada vez más gente se acerca
a oler el aroma de la locura.
Expectantes, inquietos
ante la marcha de aquel mercante
de los colores y fantasías.
Así que os vemos el 21
a todo aquel que quiera
probar el pastel
de tragicomedia y otros manjares
probar el pastel
de “El mundo al revés”.
Vivimos en un barco amarrado
navegamos en un mar de emociones
a veces tormenta
y otras pocas, calma chicha.
Vivimos una constante crisis,
la calma vendrá después
o eso dicen
las leyendas de marineros.
Vivimos o es un sueño
se ha disuelto la acuarela
y ahora el mar
ya no distingue entre agua
y
arena.
Vivimos sin norte
la brújula se ha parado
en las horas del presente.
Tic
Tac
Tic
Ta
Ti
T
T
T T ttt …