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fotografía: Luis Alemañ |
Ya nadie escribe cartas
de amor.
Ya nadie ama
sin frenos ni marchas.
Ya no es por ti,
ya no es por mi,
ahora es por todos.
Ya nadie se tira a la piscina;
la moda es mojar(se) y huir.
Por si nos miran por dentro,
y nos averiguan desnudos.
Por si nos curan pero se marchan.
Nos vamos nosotros por si acaso.
Dejando todo a medias
sin resolver en el aire
para no involucrarnos
pero tenerlo a mano
aunque lavadas
y escondidas.
Con los frentes abiertos
sin enfrentarnos a nada
ni a nadie.
En frente de todo,
al frente de nada.
Con miedo a que acabe,
con miedo a que empiece.
Miedo a excedernos
y a quedarnos cortos.
A no estar a la altura.
Miedo a las alturas, al fracaso
o al riesgo, en todo caso.
Miedo a entregar, a recibir.
A descubrir cicatrices
a tener que curarlas
que las abran o las creen.
A lo desconocido y a los conocidos.
A las etiquetas y pertenencias,
al abandono o a abandonarse
a alguien o a algo.
Al compromiso, los “parasiempres”
las emociones respiraciones,
Miedo a estar solo o acompañado.
Miedo al instante,
el momento presente.
Miedo a la muerte
o lo que es peor,
miedo a la vida.
Te leo…
y mi sueño se desvela
traicionando todo propósito
de madrugar.
Y mis ojos se adhieren a tus palabras
por si se asientan en su iris
y así no acaban.
Las lamen, las huelen, saborean
y dejan ladrando su eco.
Repiten el proceso
para averiguar si saben distinto
pero saben mejor.
Y sonríen ante esas certezas
que sabían sin conocer.
Hasta el punto, que olvidan
si soy yo quien lee, vive o escribe.
Si eres tú quien habla y yo quien late
o viceversa.
La sencillez de tus metáforas, la palabra precisa.
Inesperada.
Agitan mis dedos que exigen conocerte
y conociéndote me conozco
y todo parece más fácil y más hermoso
y la tristeza sabe a helado de limón.
Porque has llenado la poesía de vida
y la vida de poesía.
La has regado y llenado de sentido
para arrancárselo a la nostalgia
sin papel.
Has llenado el invierno de amapolas
y transformado el verbo leer en algo activo
para mi estómago.
Porque
me agitas
me llenas
me inspiras
Y sin sentirte
te siento.
Me quedo con los cruces de miradas,
con el instante preciso
en el que se comunican dos cuerpos
sin decir nada.
Limitándose a sentirse
partícipes de ese instante.
Existiendo en ese preciso momento.
Entendiendo
que quizás no estamos tan solos
como intentan hacernos creer
los palos selfie, el google maps,
las redes (anti)sociales y todo aquello
que elimina la mirada presente
la pregunta incesante
y los cinco sentidos.
Coleccionistas del
recuerdo
congelado, capturado, demostrado,
pero no vivido.
Un clavo saca a otro clavo
y al final
soy todo
agujeros.