Tengo un puño en la boca
el corazón en barro
y la mirada en pausa
desde
que
pisé
aquella tierra omitida.
Ya no puedo mirar atrás
ya no puedo mirar a un lado
y si lo intento hacia delante,
sólo veo esa incertidumbre
de barro.
Miradas que atraviesan cristales.
¿Cómo pueden ser más vivas
aquellas llenas de muerte?
¿En qué momento apagamos
las que creímos nuestras?
¿Fue en la compra
de identidades fingidas?
¿En nuestra declaración
como productos
o en el ametrallamiento
de cifras?
¿En las sobredosis
de información precocinada
o en el miedo programado
al terrorismo y la soledad?
Si lo que supuestamente integra
nos aísla, entonces, ¿qué buscamos
en las tiendas y pantallas?
Más lejos de nosotros
y de los otros
menos humanos
más producto
más máquina.
Más humana la máquina
y más máquina el humano.
Cada
vez
que
pienso
“no sé qué hacer”
mi
cuerpo
dice
vete.
Y ya no sé si huyo
o voy hacia algún lado.
No.
No se salgan de lo marcado.
Es ilegal.
Aunque no lo es violentar
con un estado policial.
No lo es ser verdugo
que no se mancha las manos.
No lo es poner fronteras
a ese niño atormentado.
No lo es callar al pueblo
con excusas sin réplica.
No lo es.
No lo es.
¿No?