La otra cara de Europa. Día 5
Como esperaba el zorro cada tarde al Principito, los chicos ya preparan su corazón cada mañana para las clases mientras alrededor revolotean los niños, pidiendo nuestra atención a brincos. Nos dividimos en tres niveles y nos arropa la sombra de los árboles. Por primera vez en la historia de nuestros ojos, los estudiantes devoran la gramática y hasta nos piden postre. El tiempo se alarga, se extiende como si allí no existiera. La única aguja, el rugido de nuestros estómagos.
Cada día llegan las sorpresas y esta tarde nos tocaba a nosotros. Cuchicheando en una sombra, las chicas asoman su sonrisa como el que no sale en mucho tiempo. Nosotras nos acercamos, tanteando… y sus miradas nos arrastran hasta sus tiendas. Allí nos encontramos con un ritual de maquillaje y bailes que no esperábamos esta tarde. El pacto ya está hecho, mañana habrá clases de inglés para ellas. Ahora debían quedarse en sus tiendas y nosotras… ¡a bailar con todos! mientras, ellas observan por la mirilla de su frontera.
Las normas, como todo en Grecia, van siendo cada vez más relativas, nos relacionamos con adultos, chavales y los niños se cuelgan de nuestros hombros, regalándonos su ternura.
Nos marchamos de la mano del sol y con los corazones aún más preparados para la rutina de mañana.
Hoy la luna está llena, se asoma algo de luz entre tanta niebla.
¿Y mañana? Mañana será otro día.
1 comentarios
Los niños, lo mejor del mundo, y vosotros, su sonrisa.
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