DIARIO DE ABORDO. Semana 11.


Hace ya ocho atardeceres,
exuberantes de color
y depredadores del cielo…
Hace exactamente ocho atardeceres
exhibicionistas y soberbios,
que fondeamos frente a la isla de Aix.
Una isla con una aparente desolación
que nos muestra sus cicatrices
y cuenta sus historias de fortalezas y grandes batallas.
Nosotros la consolamos entonces:
“Nuestras conquistas son diferentes;
atrapamos curiosidad, ofrecemos arte y locura
y al liberar sus cadenas,
encuentran en sus bolsillos
algo de magia, una pizca más de cordura.”

La isla entonces se tranquiliza.
Nos envía barcos que nos acercan a tierra
o se acercan curiosos por la conquista.
Nos azota con el viento y la lluvia
si abusamos de su confianza
o baja la marea
si quiere jugar más rato.

El aire que nos brinda,
se compone de una sustancia
a la que llaman tranquilidad.
Esa tranquilidad intranquila que uno siente
cuando sabe que algo grande se acerca.
Se acerca de puntillas, cariñoso.
Escondiendo los dientes
que atacarán más adelante.
A diferencia de que ahora somos fiera
y también presa.
  

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