No te otorgo el poder
que me pertenece.
No necesito gustarte
para gustarme,
no soy más hermosa
porque tú lo digas
(por mucho que me guste que lo hagas)
no es más válido lo que hago
porque tú lo mires
o más sincero
porque tú lo apruebes.
No necesito tu permiso
para mostrar mi luz,
para tomar mi camino,
ni tampoco debo mostrarte el tuyo.
Nadie mejor que tú lo sabe.
Tampoco eres responsable
de sanar mis heridas
ni de llenar ningún vacío.
Y desde ahí,
desde esa plenitud,
responsabilidad,
y aceptándonos
también en las sombras,
desde ahí te quiero amar
y que me ames.
Que nos acompañemos
mientras nos sumemos,
desde la elección
y no desde el deber.
Que nos comuniquemos
y asumamos también vulnerables,
que seamos honestos y tiernos.
Que nos queramos
desde nuestro amor propio
y no desde las heridas.
Que nuestras luces,
juntas deslumbren
y no bajen la intensidad.
Porque si todo eso no está,
me duele,
pero te tengo que soltar
para poder continuar el vuelo.
¿Saltas o te quedas?